El amor tiene dos caras

Ríos de tinta han corrido tratando este tema, y
lamentablemente yo no creo que pueda aportar una visión novedosa a todo lo que
expertos en branding ya han compartido con el mundo. Si bien, es un tema que me
apasionada, y sobre el que deseaba escribir un post. Y es que a mi parecer, la relación que mantenemos con las
marcas, tiene todos los ingredientes para entenderse como una relación de
pareja en todo regla. Desde el momento del enamoramiento, pasando por la
convivencia del día a día, y acabando con la ruptura (cuando desgraciadamente
se da, lo cual sucede en no pocas ocasiones).
Enamorarse de
una marca:
¿Por qué nos enamoramos? Básicamente porque lo necesitamos,
incluso cuando no queremos reconocerlo. Y por la misma razón que nos enamoramos
de las personas, también lo hacemos en cierta forma de las
marcas/productos/servicios, pues éstas también han conseguido despertar todo
tipo de sentimientos en quienes las consumen. ¿Y cómo nos enamoramos? ¿Cómo es el proceso de
enamoramiento con la marca? Pues como en las relaciones personales, también el flechazo
puede darse de múltiples formas:
- Amor a
primera vista. Lo ves y lo quieres, sin más. Es algo insólito, pero que
a veces ocurre. Se asocia más a un producto en particular, que a una marca
en general. En cualquier caso, el
producto te engancha a la marca. Ojo, estas relaciones corren el riesgo de ser efímeras, porque
aunque tienen el componente pasional, sólo se mantienen en el tiempo si existe
un argumento sólido que las sostenga. Es lo que en las relaciones de pareja podría
denominarse como "compatibilidad de caracteres".
- Conocerse
poco a poco. A veces cuesta enamorarse, requiere de conocer bien al
otro y dejar que poco a poco te vaya conquistando. Estas relaciones tienen una
buena base, en la que la afinidad es el factor clave. También cuentan con un
aspecto negativo, suelen carecer de espontaneidad, todo resulta muy medido. Para
la marca, sorprender a su cliente, será la manera de no caer en la monotonía de
una relación aburrida, y el método más eficaz para consolidar este tipo de
relaciones.
- Amor
por recomendación. Muchas veces el amor surge cuando alguien te
presenta al amigo de un amigo pensando que es justo lo que estás buscando. En numerosas
ocasiones no funciona, pero es cierto que las posibilidades de éxito son
directamente proporcionales al conocimiento que tenga de ti ese amigo.
Trasladado a las marcas, tener un escuadrón bien equipado de prescriptores, es una apuesta segura. Por otro lado, nadie entiende mejor las bondades de tu marca que
un usuario fiel, y es un nexo de unión con “tu potencial amante” de valor
incalculable.
- Dejarse
querer o amor por agotamiento. Esta
es una manera complicada de enamorar, pero también se da, por lo que no podemos
pasarla por alto. A veces alguien insiste tanto en conquistarte, que casi sin
darte cuenta, y más por desgaste que por otra cosa, consigue hacerse necesario
para ti. Hay marcas que tocan tantas veces a tu puerta, que podría darse esta
situación. Existe un aspecto bastante negativo en estas relaciones, normalmente
quedas a la espera de que aparezca aquel que realmente te deje sin aliento.
Probablemente si recapacitamos un poco más, se nos ocurran
otras muchas variantes del proceso de enamoramiento que puedan extrapolarse a
las marcas. Si bien, y aludiendo a la sinopsis de la película que titula este
post, el quid está en la gestión de expectativas y en no perder la fe, independientemente de cómo consigas "captar el amor". En el
caso de este film que protagoniza Barbra Streisand y Jeff Bridges, nos habla de
dos personas que entienden la relación de pareja de maneras totalmente
diferentes. Bridges, que podría ser en este caso nuestro cliente, no quiere
dejarse vencer por la pasión, quiere que el componente racional y pragmático tome
el control de la pareja. Por su parte, Streisand quiere una relación apasionada,
en la que la parte emocional venza a la racional, y él se entregue por completo.
Y justo cuando parece que nunca podrían
estar juntos, Streisand, que no pierde la fe, da un giro radical a la historia
y se transforma en un “producto” tan seductor para él, que es inevitable ceder a
la tentación y claudicar ante sus deseos.
Para concluir, y sin obviar que existe una parte racional intrínseca
a cualquier relación marca-consumidor, estoy convencida de que las emociones siempre
acabarán venciendo a la razón, porque el amor no se puede racionalizar. Y esto
mismo nos pasa a las personas con las marcas, si éstas nos consiguen emocionar,
ten por seguro que tus clientes se comprometerán con tu marca y los tendrás camino al altar.
Eso sí, imposible bajar la guardia, porque en cualquier momento podrían
convertirse en otro símil cinematográfico: “novia a la fuga”.
Te felicito... agradable lectura comparando opciones amorosas con las marcas
ResponderEliminarGracias!! Me alegro que te haya gustado.
EliminarRomper personalmente con lo que en tu primer post "Pudor y Pereza..." es un reto, pero ahí mi valentia en hacer un comentario a tu espectacular blog:
ResponderEliminar...como bien dices y recapacitando un poco, añadiría otra forma de enamoramiento llamado "El silencioso o timido" ese incondicional que siempre está ahí, que no se tiene en cuenta porque siempre esta, aparentemente no es el más emocionante, pero que si no estuviera no podrías lo echarías en falta... como bien dices, el reto en cualquier caso, es mantener ese puntito de necesidad en una marca!!
Cierto, querida amiga anónima ;) Ese podría ser otra tipología, pero quizá más desde el punto de vista del amor de la marca al consumidor, que del consumidor a la marca. Yo creo que las marcas no se enamoran de ti, sino que persiguen que te enamores de ellas, y en ese juego de seducción te hacen creer que te quieren. ¡Vamos como la vida misma! Gracias por tu comentario y por leerme y por todo lo demás!
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