Madre Primeriza - Primeras Notas de la Guardería
Hace unas semanas recogimos las primeras notas de la
guardería de nuestra pequeña estudiante. Fue una experiencia que calificaría
como interesante. Esto de las primeras veces, siempre despierta mucho la
curiosidad, y por supuesto, no nos lo queríamos perder. Nuestra guardería es
pequeña, un ejemplo claro de lo que viene siendo “familiar”. Aun así, nos
juntamos más de 2 decenas de padres esperando que nos hablaran de las grandes
proezas de nuestros retoños.
Y allí estábamos los 3, rodeados de madres y padres y niños pululando. Todos de pie en el pasillo de entrada, apoyados estratégicamente en la pared, como si fuera un muro de carga a punto de tambalearse. En aquel entorno, poco épico como imaginareis, la directora de la guardería, Miss Mechas de Oro 1955, dio la bienvenida a los asistentes con la pasión que le caracteriza. La señora, que es una mujer singular donde las haya, amante de la retórica (vamos, que se enrolla como una persiana), aprovechó el foro para ponernos al día de sus avanzados y modernos métodos dialécticos. Éstos, consistían básicamente en la creación conjunta del “cuento viajero”. Nosotros, de momento, no hemos tenido la fortuna de ser partícipes de tan innovadora iniciativa, ya que Gala es aún muy pequeña, pero se ve que es un cuento que semanalmente va cambiando de familia con el compromiso de que cada una cumplimente una nueva página de la narración (si la SGAE mete aquí la mano, tenemos un problema). Me pareció una buena idea, no precisamente vanguardista, pero simpática. No sé si daba para 30 minutos de explicación, pues la mecánica parece sencilla, pero era el momento de gloria de Golden Girl, que sentía que había inventado poco menos que la rueda aplicada al mundo de las escuelas infantiles.
En fin, tras ver la buena señora que a pesar de ser capaz de mantener el interés de los padres durante los primeros 20 minutos de su monólogo, la cosa empezaba a decaer, fue concluyendo, no sin antes amenazarnos con una nueva entrega de la saga “cuento viajero 2.0” para futuras reuniones. (Nota mental: llegar al menos media hora tarde a la próxima reunión de padres). Y así, nos invitó a todos a entrar en una de las aulas donde tenía preparado un “piscolabis, SIN alcohol” avisó en tono jocoso. Debe ser que anteriormente algún padre ya necesitó un poco de ayuda para sobrellevar la historia de la génesis del cuento viajero.
Repartidas en las 2 aulas restantes, las 3 profesoras que
tiene la escuela infantil dedicaban su atención a los padres de cada niño que
entraban en pareja para conocer de primera mano el desarrollo de su vástago.
Todo muy solemne a pesar de que hablamos de bebés y niños de hasta 3 años. Como
no había mucho orden y la cosa empezaba a ponerse pesada nivel: “trae la
tortilla y que sea lo que dios quiera”, decidí tomar la iniciativa. Antes de
que nadie cayera en la cuenta de que aquello iba de “mariquita el último”, fui
despabilada y me puse a esperar en la puerta del aula a que saliera una madre
para ser los siguientes. Con tan brillantes genes, mi hija no puede ser menos
que una chica de sobresalientes. Justo en ese momento, salía con sus notas en
mano otra mamá de la clase de Gala. Su marido, que la esperaba con el bebé en
brazos a las puertas del aula, escuchó atento las explicaciones de su mujer y
leyó con atención el humilde papel que las plasmaba. Acto seguido enfureció: “pero esto sí lo sabe hacer, y esto
también…¿Cómo que no se mantiene solo sentado? Voy a entrar a hablar con ella”,
parecía dispuesto a reclamar, era un padre ofendido que sentía que su hijo
estaba siendo claramente infravalorado. La escena era muy cómica vista desde
fuera, y su mujer, que no sabía dónde meterse, lo calmó sutilmente y así se
marcharon, con la indignación a cuestas. Esta reacción invita a una reflexión
mucho más profunda: o bien estamos entrando en una dinámica de competición que
nos alcanza desde nuestros primeros momentos de vida; o bien este padre cree
que su hijo es como su equipo de fútbol y que puede reclamar al árbitro un
trato parcial con intención de que pierda la Liga, y con ello la quiniela y la porra del curro; y el baño en la Cibeles, si me apuras.
Por fin llegó nuestro turno. ¡Qué nervios! Y la profesora
que, aunque es encantadora, parece que hasta antes de ayer tenía la carpeta
forrada con fotos de Justin Bieber, nos entregó las notas. Houston tenemos un
problema!! (señal de alarma, EO EO EO) Resulta que habíamos suspendido 3!!! Con
9 meses ya ha suspendido 3, pensé. Eso sí, de 13 (77% de efectividad, hay que
ser positivos – he tenido que tirar de calculadora para hacer la cuenta, pobres
genes matemáticos le he trasferido, ¡¿cómo no va a suspender?!). Y entonces me
puse en la piel del padre ofendido, y la profesora que antes adorábamos, me pareció
por un momento una Monster High presuntuosa, ¡¿qué sabrá ella de las habilidades de
mi niña?! Parece ser que Gala no sabía incorporarse sola cuando estaba tumbada,
ni se sostenía de pie con apoyo, ni daba los primeros pasos con ayuda. Ahora ya
hace todo esto, porque ha pasado 1 mes, pero en aquel momento me pareció que
eran demasiado exigentes. Eso sí, sacó sobresaliente en llevarse los alimentos
a la boca (esta niña nos come por los pies cualquier día). También nos hizo una
anotación cariñosa en el reverso, acompañada de una pullita de regalo. A Gala
no le gusta que otros niños la toquen. Tampoco me parece algo malo, a mí
tampoco me gustaría que unos bebés babosos llenos de churretes y mocos me
tocaran, incluso aun siendo yo uno de ellos. El caso es que es algo a corregir,
afortunadamente también ha superado esto en el último mes. Así como yo, superé esa misma tarde
mi fugaz animadversión a la profesora de mi hija.
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Y allí estábamos los 3, rodeados de madres y padres y niños pululando. Todos de pie en el pasillo de entrada, apoyados estratégicamente en la pared, como si fuera un muro de carga a punto de tambalearse. En aquel entorno, poco épico como imaginareis, la directora de la guardería, Miss Mechas de Oro 1955, dio la bienvenida a los asistentes con la pasión que le caracteriza. La señora, que es una mujer singular donde las haya, amante de la retórica (vamos, que se enrolla como una persiana), aprovechó el foro para ponernos al día de sus avanzados y modernos métodos dialécticos. Éstos, consistían básicamente en la creación conjunta del “cuento viajero”. Nosotros, de momento, no hemos tenido la fortuna de ser partícipes de tan innovadora iniciativa, ya que Gala es aún muy pequeña, pero se ve que es un cuento que semanalmente va cambiando de familia con el compromiso de que cada una cumplimente una nueva página de la narración (si la SGAE mete aquí la mano, tenemos un problema). Me pareció una buena idea, no precisamente vanguardista, pero simpática. No sé si daba para 30 minutos de explicación, pues la mecánica parece sencilla, pero era el momento de gloria de Golden Girl, que sentía que había inventado poco menos que la rueda aplicada al mundo de las escuelas infantiles.
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Las notas: Testimonio gráfico que avala mi relato |
En fin, tras ver la buena señora que a pesar de ser capaz de mantener el interés de los padres durante los primeros 20 minutos de su monólogo, la cosa empezaba a decaer, fue concluyendo, no sin antes amenazarnos con una nueva entrega de la saga “cuento viajero 2.0” para futuras reuniones. (Nota mental: llegar al menos media hora tarde a la próxima reunión de padres). Y así, nos invitó a todos a entrar en una de las aulas donde tenía preparado un “piscolabis, SIN alcohol” avisó en tono jocoso. Debe ser que anteriormente algún padre ya necesitó un poco de ayuda para sobrellevar la historia de la génesis del cuento viajero.
Pasamos al aula a esperar nuestro turno para recibir las
ansiadas calificaciones, y a degustar el anunciado piscolabis o ágape, como
también le llamó (sí, lo que viene siendo castellano antiguo). El piscolabis
era un detalle, y aunque no quiero desmerecerlo, consistía en un elaborado menú
compuesto por tortilla de patatas y gusanitos como para una boda. En el
preámbulo que anunciaba su existencia, Mechas aseguró que también habría refrescos
fresquitos, y sí que debían de estar fresquitos porque nunca abandonaron la
nevera, imagino que se les olvidó sacarlos. Eso sí, vasos de plástico había a
porrón, así que los pobres padres hacían cola a las puertas del baño para
llenarlos de agua del lavabo y no morir ahogados por atragantamiento tortillil.
Muy prudentes todos, nadie hizo medio ademan para indicar que allí faltaba la
bebida. Yo, por si acaso había accidentes, preferí no probarla que tenía pinta
de hacerse bola como si comieras mantecaos de arcilla.
Aliviada ayer comentaba orgullosa con su padre que ya hemos recuperado
todas las “asignaturas” pendientes, y que seguro tenemos puntos extra en las
próximas calificaciones porque ya hacemos un montón de cosas más. Ya me veía
dentro de 24 años en los campos de Harvard presenciando llorosa y exultante la
graduación de mi hija. Él me bajó rápido de mi quimera: “Seguro que el
trimestre que viene le exigen otras cosas nuevas y más complicadas”. ¡Mierda,
mi gozo en un pozo! (Nota mental 2: las notas, cuando tienes 10 meses, NO son
importantes. Nota mental 3: robar un banco para poder pagar Harvard).
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