Madre Primeriza - Mi Bebé NO duerme


El día que realmente supe lo que es la ENVIDIA
MI BEBÉ NO DUERME
A mis 35, hoy puedo decir con absoluta certeza que ya sé lo que es la ENVIDIA (en mayúsculas y en negrita). Pero insana, muy insana, envidia de ponerme verde militar y cantar el “quinto levanta tira de la manta”… ayyy, no hablemos de mantas, ni de sábanas, ni de camas, que entro en bucle y me sale una nubecita de la cabeza en la que me veo a mi misma durmiendo profundamente y se me saltan las lágrimas, y a dios pongo por testigo, que no es una forma de hablar.
Mi bebé jefaza enfadada con el mundo
Mi bebé Jefaza enfadada con el mundo
Y precisamente aquí resuelvo el misterio: envidio a los que duermen más de 7 horas diarias; y envidio supinamente a los que, encima, lo hacen del tirón. Y soy conservadora porque solo hablo de 7 horas, cuando a mí no había quien me bajara de las 8-9 horas diarias si quería ser persona.
Confieso que esto de envidiar escuece, no es agradable. A estos niveles, yo nunca supe lo que era la envidia. No voy a ir de santurrona y decir que jamás quise tener lo que tienen otros, o que nunca pensé “¿por qué esto tan bueno nunca me pasa a mí?”. Pero, en general, no he estado tentada de envidiar de verdad a nadie. Me siento muy afortunada de todas las cosas que me ha dado la vida, y creo que en el reparto de positivos versus negativos, he quedado sobradamente favorecida. Pero entonces, llegó ella, mi bebé jefaza, y nada volvió a ser igual. Me llena de increíble amor, y no la puedo querer más, pero en la luna de miel de la maternidad, existen las sombras. Si a este post se le pudiera poner música, justo en este instante sonarían los primeros acordes de la 5º sinfonía de Beethoven.
¿No os pasa que cuando estabais esperando un hijo, no dejabais de ver tripones andantes por la calle, o luego cuando nació vuestro bebé, parecía haber un babyboom en el barrio? No sé si será una especie de ley de contagio o qué, pero parece que mi entorno está repleto de nuevos padres primerizos. Así que, aprovechando el contexto, las conversaciones sobre sus evoluciones y gracietas están a la orden del día. Incautos a lo que ocurre a nuestro alrededor, vivimos en nuestra burbuja paternal enajenados por las sonrisas y balbuceos de nuestros vástagos. Y la pregunta se vuelve recurrente: “¿qué tal duerme?” De hecho, yo misma la saco, y me he dado cuenta que soy mala persona, porque quiero que la respuesta sea “MALLLL”. Quiero comprensión, empatía, una mirada de consuelo que me haga saber que no estoy sola. Porque NO, las fotos de mamás instagramers pidiendo perdón por unas ojeras panda inexistentes, no me hacen sentir empatía, lo siento.



Imaginemos la escena:
Se abre el telón. Una mujer y un hombre, compañeros de trabajo, se encuentran en el rellano del edificio donde están sus oficinas esperando el ascensor. Aunque no suelen hablar de temas personales, ella sabe que él fue padre hace unos meses y le asalta la curiosidad.

-          Hola, Juanito, ¿cómo lo llevas? ¿Qué tal está tu bebé? ¿Cuánto tiempo tiene ya? – pregunta ella de manera informal.

-          8 meses, y está hecho un toro, no para quieto, es un nervio… - dice el padre orgulloso a pesar de que la descripción no es precisamente buena.

-          Vaya, te ha salido movidito entonces, ¿y qué tal te duerme? – ella ha llegado al punto de la conversación que le interesa. Está recabando todos los testimonios posibles en busca de una respuesta a sus desvelos, nunca mejor dicho.

-          Muy bien la verdad. Lo acostamos a las 8.30 o 9 y hasta las 9 del día siguiente, no dice ni mu. Hemos tenido suerte porque desde el principio dormía muy bien – contesta él sin darle excesiva importancia.

-          ¿Suerte? No lo sabes tú bien - ese compañero que, en principio, le parecía buena gente, empieza a caerle muy, pero que muy gordo.

-          ¿La tuya no duerme bien o qué? – pregunta intuyendo la respuesta.

-          Pues no mucho. Ella es de poco dormir, no se quiere perder nada – responde ella tirando de contestación prefabricada para estas situaciones, mientras una sonrisa impostada se dibuja en su rostro.
Y llega el ascensor.

-          Pasa tú que yo estoy esperando a alguien – miente ella amablemente - Hasta luego – le sonríe mientras las puertas metálicas se cierran-. ¡Ojalá y se caiga el ascensor y se te quite la cara descansado que llevas, tonto del culo! – añade en sus pensamientos.
Se cierra el telón.
Pues esta es la historia de mi vida. Cruzarme con padres descansados, que aseguran que sus hijos empezaron a dormir la noche del tirón cuando tenían 1 mes, 1 semana, 1 día, 1 hora (cada vez me dicen antes). Y yo no sé qué es eso desde el 17 de julio de 2016 (y no sumo el tiempo de descuento de las últimas noches que mal dormía mega-embarazada, para no mezclar conceptos).
Y no sé qué es peor, sino dormir o que te digan que encima la culpa es tuya. Porque sigue tomando pecho, porque duerme con nosotros en la cama, porque la dejamos dormir durante el día, porque le hacemos caso cuando llora, porque la mimamos demasiado, porque nos tiene el truco cogido… por H o B, la culpa es mía. Y así te ves, a las 4 de la mañana leyendo foros de internet buscando posibles soluciones a la nocturnidad de tu hija mientras ella se hecha unas risas y chilla llamando al perro para que juegue con ella. Parece cómica la escena, y desde fuera seguro que lo es, pero juro que hay momentos en los que tienes miedo de dormirte porque sabes que esa cabezadilla durará un tiempo indeterminado, que seguro será breve, y no sabes si es peor que te despierten justo cuando te abraza Morfeo, o prefieres permanecer despierta para ahorrarte esa tortura china de saber que, una vez más, te irás a trabajar muerta de sueño.
Y así van pasando las noches. Y nuevos niños llegan al mundo, de amigos y conocidos, y todos duermen mejor que la mía, ¡¡¿por qué dios, por qué yo?!! La gente me anima. Primero decían que cuando pasara la cuarentena dormiría mejor, luego cuando tomara cereales, después cuando empezara la guardería… ahora que cuando empiece a andar. Alguno para no pillarse los dedos, que cuando vaya al instituto … Yo sinceramente, no sé cuando llegue el día, a veces tengo la sensación de que no llegará nunca.
Espero que esta faceta malvada que estoy descubriendo en mí sea temporal, y se pase pronto, porque eso querrá decir que mi hija duerme más de 2 horas seguidas, y al menos 7 de ellas por la noche. Y de nuevo me sale un bocata de comic de la cabeza con forma de nube y nos imagino así a las dos: dormidas, ella en su cuna y yo en mi comodísima cama de ikea, estirada boca abajo con la babilla cayéndose suavemente sobre la mullida almohada, arropada hasta las cejas… llegará, ¡todo llegará!

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