El timo de calentar la silla

Había una vez un trabajador joven, aunque sobradamente preparado. Eso que se llamó en algún momento de los 90 JASP, gracias a una excelente campaña publicitaria de una marca de automóviles. Este chico, que también podría ser una chica, pero en este caso el género es indiferente,  encontró un empleo que a priori cumplía sus expectativas.  Marcos, que así le llamaremos, se esforzó por empaparse de los entresijos de la estrategia de la compañía y del sector, y se cultivó en aquellos aspectos que consideraba debía potenciar.  Mostraba una excelente actitud ante aquellos retos que le proponían emprender, y en todo momento aportaba a sus proyectos esa expresión que está ahora tan de moda: “valor añadido”.  Además, este joven contaba con un aspecto curioso, y es que tenía una vida privada además de su trabajo, a la que daba suma importancia porque entendía que esta faceta de su vida era el auténtico motor de su felicidad.

Tras varios años cumpliendo con éxito su labor, y observando que en diferentes ocasiones teniendo una oportunidad de promocionar nadie había contado con él, Marcos se desesperó y se enfrentó a su jefe en busca de una explicación. Éste, que no quería desalentarle por lo útil que le resultaba en su puesto actual, le invitó a continuar esforzándose y a dar más de sí embarcándolo en más proyectos. Cómo él no quería decir que no, pues temía cerrarse oportunidades profesionales que echaran por tierra todo el esfuerzo ya invertido, aceptó en el exceso de carga de trabajo. Automáticamente comprendió que le sería materialmente imposible cumplir, ni por asomo, con su jornada laboral, no obstante, aceptó el envite. Un tiempo después, volvió a haber una oportunidad interna de promoción, que de nuevo se le escapó de las manos sin ni siquiera poder optar a ella, porque una nueva incorporación le arrebató cualquier opción.

Atado de pies y manos por la tiranía de la crisis y el deber de una hipoteca, Marcos sigue manteniendo su puesto de trabajo y desarrollando su labor de manera impecable. Si bien, cumple escrupulosamente con su horario y cuando llega a casa desgasta la tecla F5 buscando en todos los portales de empleo esa ansiada oportunidad que le permita escapar del “timo de calentar la silla”.

Por otro lado, aquel nuevo fichaje, Daniel, llega a la compañía. Es un chico también joven y con una formación casi similar aunque menos completa que Marcos. En este caso, alguien pensó en él cuando hubo una vacante porque se conocían y aseguró que cumplía con los requerimientos del perfil de extremo a extremo. Este chico resolvía su trabajo con relativo cumplimiento, realizando jornadas maratonianas de casi 12 horas en la oficina. Extrañamente todos los proyectos en los que estaba implicado se complicaban de manera asombrosa, y necesitaba de grandes esfuerzos para solventar problemas que curiosamente, nadie antes había detectado, quizá porque no existían. Alguien mal pensado podría decir que esto es el arte de hacer problemas donde no los hay, por el simple de hecho de resolverlos heroicamente. Es un truco de magia que aún no consigo dominar, pero que me han hecho muchas veces y con el que aún siguen dejándome absolutamente perpleja.

También coincidía que Daniel era fumador empedernido, y amante del café de máquina. Además, tenía buenas dotes de relacionamiento, y conocía al dedillo la vida y milagros de sus compañeros, información que tenía tiempo de obtener en esos momentos de “café y piti”. Tras poco más de un año en la empresa, obtuvo una jugosa promoción, cosa que a todos les resultó lógica, pues siempre había estado muy presente en el radar de Recursos Humanos, desde su incorporación, y además todo el mundo observaba que era un chico que vivía por y para la empresa. Si hasta escribía emails los domingos, aunque solo fuera para decir “lo vemos mañana”, esto no podía sino significar que estaba todo el día “conectado” a su trabajo.  En cuanto a su vida personal, la compartía con una persona que viajaba durante toda la semana, por lo que no tenía a nadie esperándole en casa. Así Daniel, se evitaba escuchar reproches y tener que dar explicaciones a su pareja del tiempo que le restaba a su relación para dedicarlo a su empleo. Años después, Daniel gestiona un equipo de numerosas personas que ha seleccionado a conciencia, y que le hacen brillar en su trabajo. Aunque aún pasa bastantes horas en la oficina, sus viajes de negocios y el teletrabajo,  le permiten disfrutar de una calidad de vida envidiable. Gracias a una excelente gestión de su “sociograma”, Daniel no se ha visto afectado por “el timo de calentar la silla”.


Esta historia está inspirada en hechos reales, si bien las identidades de los personajes han sido alteradas para mantener su privacidad . 

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