Reciclando, recordando
Revisando
algunos de los breves escritos que realicé hace ya bastante tiempo, me he
encontrado con algunos que me han trasladado a otros momentos de mi vida. Y
así, como medio reciclando medio recordando, me he aventurado a rescatar alguno como homenaje
a mi yo de hace 8 años. No sé si la evolución es más o menos evidente, espero que sí. Ha llovido mucho...
COLGAR LOS GUANTES
Con la boca curvada en un gesto muy distinto a la sonrisa se llenaron de vacío sus ojos oscuros. Cuando colgó el teléfono tenía el cuerpo dolorido, y el corazón distraído intentando equilibrar el pulso de su mala suerte. Sintió como sí hubieran transcurrido de golpe más de 30 años y su sonrisa de mentira se llenó de orgullo al apreciar los recuerdos de una vida que ya estaba consumida. Cruel revelación que mantuvo a raya hasta que reconoció no ser capaz de digerirla.
Salió de casa para reencontrarse con el mundo, angustiado y sosegado a la vez, de saber que pocas serían ya las veces que tendría que subirse al rin de nuevo. Caminó varias horas siempre en el mismo sentido, era hombre ordenado y no sólo en sus pensamientos. Durante su recorrido mendigó alguna mirada que le confirmara que de momento formaba parte del universo.
Aprovechó para contemplar su imagen en el reflejo de algunos cristales de los establecimientos que dejaba a su paso, sorprendido de lo viril de su silueta. La robustez y corpulencia que mostraba aquel reflejo, le hacía parecer un hombre aún saludable. “Vaya paradoja”, pensó, al contemplar lo que reconoció como un auténtico espejismo. Tal es así, que tuvo que retomar la conversación de horas antes. No había hueco para el ingenio, inviable imaginar que las frases pronunciadas por una voz sin rostro escondieran una lectura distinta con la que inventar una realidad alternativa
“Colgar los guantes” eso intentaba hacer desde hace ya mucho tiempo, ¿quién le iba a decir que el precio de no hacerlo pesaría tanto sobre su cuello? Y recordó como echaba de menos el olor a oxidado de su sangre, los latidos arrítmicos de su corazón contraído, el dolor de los dientes apretados hasta el punto de querer quebrarse, la rabia encendida en su mirada, la fuerza de un brazo de hierro que tiempo atrás sostuvo su vida.
Sobre el cristal de una cafetería de nuevo su reflejo. Al fondo personas que no conocía y que tenían un mañana. El sonido inoportuno de una máquina recreativa llama su atención, y le rescata del ensueño. Un jugador muy molesto golpea con desgana al objeto inerte y se aleja centrando en ese fugaz instante todas sus preocupaciones en la moneda malgastada. Detiene sus ojos sobre la pantalla... GAME OVER!
COLGAR LOS GUANTES
Con la boca curvada en un gesto muy distinto a la sonrisa se llenaron de vacío sus ojos oscuros. Cuando colgó el teléfono tenía el cuerpo dolorido, y el corazón distraído intentando equilibrar el pulso de su mala suerte. Sintió como sí hubieran transcurrido de golpe más de 30 años y su sonrisa de mentira se llenó de orgullo al apreciar los recuerdos de una vida que ya estaba consumida. Cruel revelación que mantuvo a raya hasta que reconoció no ser capaz de digerirla.
Salió de casa para reencontrarse con el mundo, angustiado y sosegado a la vez, de saber que pocas serían ya las veces que tendría que subirse al rin de nuevo. Caminó varias horas siempre en el mismo sentido, era hombre ordenado y no sólo en sus pensamientos. Durante su recorrido mendigó alguna mirada que le confirmara que de momento formaba parte del universo.
Aprovechó para contemplar su imagen en el reflejo de algunos cristales de los establecimientos que dejaba a su paso, sorprendido de lo viril de su silueta. La robustez y corpulencia que mostraba aquel reflejo, le hacía parecer un hombre aún saludable. “Vaya paradoja”, pensó, al contemplar lo que reconoció como un auténtico espejismo. Tal es así, que tuvo que retomar la conversación de horas antes. No había hueco para el ingenio, inviable imaginar que las frases pronunciadas por una voz sin rostro escondieran una lectura distinta con la que inventar una realidad alternativa
“Colgar los guantes” eso intentaba hacer desde hace ya mucho tiempo, ¿quién le iba a decir que el precio de no hacerlo pesaría tanto sobre su cuello? Y recordó como echaba de menos el olor a oxidado de su sangre, los latidos arrítmicos de su corazón contraído, el dolor de los dientes apretados hasta el punto de querer quebrarse, la rabia encendida en su mirada, la fuerza de un brazo de hierro que tiempo atrás sostuvo su vida.
Sobre el cristal de una cafetería de nuevo su reflejo. Al fondo personas que no conocía y que tenían un mañana. El sonido inoportuno de una máquina recreativa llama su atención, y le rescata del ensueño. Un jugador muy molesto golpea con desgana al objeto inerte y se aleja centrando en ese fugaz instante todas sus preocupaciones en la moneda malgastada. Detiene sus ojos sobre la pantalla... GAME OVER!
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