Pedir perdón y dar las gracias

Este post me ha sobrevenido a eso de las 5 de la mañana, y es que he cogido la rareza de pensar en temas potenciales para el blog a horas un poco intempestivas.  El caso es que me ha salido del alma, desde ese alma de indignada/acomodada que vive en mí. Desde ya, y antes de iniciar el post, traslado mi más absoluta solidaridad para esos casi 6 millones de españoles que no tienen trabajo, pues son probablemente el principal motivo de preocupación del país. Sobre ellos se escribe a diario, y son, con razón y muy a su pesar, los protagonistas de la actualidad. Es por esto que me apetecía mirar al otro lado, y dedicar este post en tono de discurso mediocre, a los trabajadores afortunados que, como yo, sí tenemos empleo:

De pequeños nos enseñan que dar las gracias y pedir disculpas son habilidades sociales que debemos aprender tanto o más que a vestirnos solos o a masticar con la boca cerrada. Si el panadero te regalaba una piruleta, tu madre te decía: “¿Qué se dice, hijo? Gracias”; si le pegabas un manotazo al pesado de tu primo: “¿pero por qué le pagas al primo? Pídele perdón ahora mismo y daros un beso”…  Y chimpún. Desde nuestros más tiernos inicios como personas,  interiorizamos estas conductas como herramientas de relacionamiento que nos convierten en seres socialmente aceptables. Lo cual está muy bien, siempre que no se desvirtualice, que es lo que siento que nos está ocurriendo a muchos españoles empujados por la tiranía de la crisis económica. Y me explico y centro el tiro, porque reconozco que el asunto tiene miga.

Quizá sea por ese halo de pesimismo que nos engulle… pero confieso que a veces he sentido que debía pedir perdón por tener un trabajo. Y si bien reconozco que existe un enorme potencial de talentos desempleados que cuentan con una igualmente enorme cualificación, lo siento, pero no puedo sentirme responsable por ello. Y luego vienen y me dicen, “tú sabes que fulanito que tiene 2 carreras, 5 idiomas y 2 master del universo, lleva 1 año buscando trabajo y no lo encuentra”, y entonces me pregunto:  “¿Qué puedo hacer yo al respecto?“ Sentirme culpable por no ser poliglota o no haberme podido pagar un master en IE. Pienso que esa no es la respuesta, por la misma razón, que creo firmemente en mi profesionalidad, y que he visto con mis propios ojos, a mucho incompetente de curriculum brillante. Y no quiero herir sensibilidades, ni trasladar un mensaje equivocado de que quiénes están en paro son menos competentes que los que no lo están.No lo creo en absoluto. Es sólo que no me gusta sentir que tengo que pedir perdón, y quiero velar por el orgullo de los profesionales empleados, a los que también nos están dando por todos lados.

O quizá sea por ese halo de derrotismo que nos somete… pero también confieso que a veces siento que debo dar las gracias por tener empleo. Te hacen sentir que eres uno de los “elegidos” y que por ello le debes a tu empresa poco menos que la vida. “Al menos tienes empleo, no te quejes”. ¿Cómo que no me queje? Encima siendo español, que la cultura del quejarse la hemos mamado desde que nacemos. Perdona, yo sí me quejo si creo que corresponde, porque aunque la situación sea la que es, eso no significa que todo vale. Porque mi empresa no hace beneficencia conmigo, y si yo no les resultara productiva, no tendría trabajo. Es tan simple que lo complicamos. Y no es que no sienta agradecimiento a la vida por tener un sueldo a final de mes…es que creo que lo merezco porque me lo gano, y que no quiero tener que dar las gracias por ello a cada rato.

Cierto es que la crisis nos ha afectado a todos, empleados y desempleados, aunque sea en diferente medida. Y lo cierto es que la supervivencia profesional se está convirtiendo en una ardua labor. Pero no perdamos el norte señores, ni nos dejemos arrastrar por el pesimismo y el derrotismo. Recuperemos nuestro orgullo, y recordemos lo que valemos. Y esto lo digo por unos y otros. El valor que te dan los demás, empieza por el que te tienes a ti mismo. Tal vez sea el momento de dejar la modestia para las vacas gordas.

Comentarios

  1. El momento es el que es, y es tremendamente complicado encontrar positivismo y no caer en el desánimo o la desmotivación. Pero, tanto si tienes mejor suerte como peor suerte, entrar en ese círculo vicioso no ayuda a nada. Por suerte o por desgracia cada uno tiene su situación, nadie es más ni menos que nadie y no por ello se hay que disculparse o dar las gracias. Seguramente sea un tópico y no aporte mucho, o quizás nada, pero lo importante ahora es no lamentarnos de nosotros mismos y nuestra situación sea la que sea. Debemos convertir en obligación diaria encontrar ese punto de optimismo que de aliciente a cada día y hacer que se contagie…solo así nuestro valor como personas crecerá y seremos un poquito más felices!!

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