Madre Primeriza - Semana 12 de Embarazo
Las náuseas en el Embarazo o Historia de un Capón
A estas alturas de la película ya tienes claro que estar
Embarazada no es ningún chollo. En mi caso, se me llenó la cara de granos, y me
sentía más que agotada. Tenía dolores de cabeza a menudo. Yo que además padezco
de Migrañas, y me rio del paracetamol que no me hace ni cosquillas. Empecé a
tomar Tardyferon ya que tenía los depósitos de ferritina un poco bajos, y la
cosa mejoró.
En cuanto al estómago, sí que tienes Náuseas, y que nadie te diga lo contrario. Cuenta con
ellas porque es lo más normal, aunque la intensidad depende cada mujer como todo en esta vida. Yo no llegué a vomitar, aguanté estoicamente más
que nada porque en tu tontería de madre primeriza crees que el efecto del estómago
rebotando por el esfuerzo de vaciarse puede llegar a afectar al feto. Una
bobada como cualquier otra, pero como no tienes claro que pasa ahí dentro, este
tipo de hipótesis se configuran en tu cabeza hasta el punto de darles cierto
valor científico.
Y dentro del apartado náuseas, he hablado con varias mujeres
que recuerdan haber aborrecido determinado alimento durante el embarazo. Yo en
este sentido, tengo mi anécdota particular. ¿Los protagonistas? Un capón, una mujer
malvada con cara afable y yo misma.
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El Capón antes de conocer su destino. |
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Identidad real de la señora afable. |
Era un domingo cualquiera. Sin tener un plan definido, antes
hubiera celebrado el día del señor con unas cervecitas, nos aventuramos a conocer
Costco. Es un gran hipermercado en la que se vende de casi todo en grandes formatos.
Es una cadena americana, tienes que hacerte socio para poder entrar, y nos aseguraron que
los descuentos merecían la pena. Yo diría que no, la verdad, pero eso es otro
post. El caso es que si vas un fin de semana cerca del mediodía, tienes varios córner
habilitados para degustar todo tipo de productos. Como buena española que
siempre he sido, parto de la base de que todo lo gratuito es algo bueno.
Aquel domingo, estaba muy próxima la Navidad, y la propuesta
de degustaciones estaba muy alineada con estas fechas tan señaladas. Y así fue
como conocí a la señora malvada con cara afable. Lo de malvada lo supe luego,
de hecho casi que lo descubro ahora mismo mientras narro los acontecimientos. La
cuestión es que la señora promotora tenía toda la pinta de ser una excelente
ama de casa, y en su rostro rollizo reflejaba el más puro espíritu navideño ambientando
por la megafonía del recinto que pinchaba un villancico tras otro. Su corner de
degustación estaba un poco desierto. Pensé que porque aún era temprano y el
hambre aún no había pinchado la curiosidad del resto de clientes. Craso error
descubrí luego. Yo me acerqué haciéndome la despistada, como hacemos casi todos
en estas circunstancias. “¿Qué es?”, pregunté inocente. “Capón con salsa de
trufa. ¿Quieres probar? ¿Está muy rico?”, me contestó con tono feliz de villancico. Era
como la escena de Blancanieves y su Madrasta, salvo que en vez de una hermosa manzana
roja, a mí me tentó con un capón envasado (mira que soy facilona). Yo que así
más de cerca no le vi una pinta muy apetecible, no quise dejarme llevar por las
apariencias y lo acepte. La señora encantada de que aceptara su oferta, coge un
mini vasito de chupito de plástico (muy glamuroso todo) y me calienta una mini porción
en el microondas que tiene habilitado para tal efecto. “Qué rápido calienta
este microondas”, pensé cuando apenas 5 segundos después de introducir la mini ración,
el aparato avisó de que ya estaba lista. Dí las gracias educada cuando me tendió
la “manzana” y me la introduje en la boca poco receptiva y deseando llevarme una grata sorpresa. Esto no
solo no ocurrió, sino que además de que el Capón estaba nauseabundo en sabor y
textura, lo peor era notar esa horrible sensación de quedarse caliente por
fuera y frío por dentro. Conteniendo la cara de repugnancia para no ofender a la encantadora
señora promotora (hoy ya entiendo que en realidad era una mala persona que apenas
calentó el capón para que pudiera terminar de morirme de asco), le digo que
está muy rico y ella me habla de precios y demás… “es perfecto para Navidad,
porque puedes congelarlo en porciones e irlo sacando en varias veces”… “sí
claro, para que la agonía sea por fases”, pensé. Pero resulta que el vaso de
chupito tenía más fondo del que hubiera deseado, y aún quedaban restos del ave mal
calentado y con sabor a salsa de sobre. Aprovecho que una pareja de incautos se
aproxima al corner del horror, para alejarme con la misma sutileza con la que
me aproximé, mientras ponía caras de estar reflexionando sobre la opción de
comprar el “asco-pollo”, cuando en realidad necesitaba con urgencia localizar
una papelera para tirar los restos del cadáver (¿Para esto ha tenido que morir un
capón?). Desde ese preciso momento y
durante todo el día y parte del siguiente, tuve el cuerpo partido en dos. Y
pongo a dios por testigo de que no volveré a comer Capón. Supongo que muchas
mujeres tienen anécdotas similares. Pero es totalmente verídico que estas cosas
pasan en el embarazo.
Como no quiero dejar un mal sabor de boca (valga la
licencia), os dejaré uno de los mejores efectos secundarios del embarazo: Pelo
Pantene. Mi pelo brilla como nunca, está más denso, no se cae nada. Está
tan robusto que el Hombre de Negro de El Hormiguero podría hacer un nuevo reto
y levantar un coche con pelos de mujeres embarazadas. Es algo maravilloso. Parece ser
que después del parto se te cae todo, pero vayamos por partes …
Que gracia, yo pienso lo mismo, que cuando me quede embarazada seré una hormona gigante con patas, llena de granos, hinchada y con retención de líquidos, con la sensibilidad a flor de piel, la lágrima fácil y el estomago del revés. Es mi teoría porque ya me ocurre cuando tengo la regla jajaja. Me encanta la entrada, es tierno, gracioso y honesto. Enhorabuena por todo ;)
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado :) y gracias por las felicitaciones! Ánimo que una vez metida en harina, no es tan malo :P
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