El año en que aprendí a improvisar
Yo a veces también hago “frikadas”. Pues como todo hijo de
vecino. En este caso, hoy quería escribir sobre una de ellas, que
opino que es curiosa o, cuanto menos, poco habitual: la de mirar el histórico
del Outlook para ver qué correos escribí/recibí tal día como hoy de hace 1
año. Quiero aclarar que es algo que hago
muy muy de vez en cuando, como 1 vez cada 3-4 meses o más. Depende. De momento
creo que es algo que no tengo que hacérmelo mirar, y sino que me lo rebatan los
guionistas de las series americanas de adolescentes cada vez que entierran y
desentierran una “cápsula del tiempo” (de esas en las que meten pompones de
animadoras y chaquetas del quearterback, junto con el álbum de fotos de la promoción
del instituto). Volviendo a este ejercicio de retrospectiva, confieso que
precisamente lo hago para eso, para aclarar contextos… ¿de dónde venimos? ¿a dónde
vamos? Pura reflexión filosófica aterrizada en un acto inocente de ver qué
pasaba en mi vida hace un año. No me voy a parar a detallar en cómo ha cambiado
el cuento, sino en cómo ha cambiado la protagonista, y muy por
encima, para no aburrir/me.
He visto en mis emails, que el 26 de febrero de 2013 hubo partido de
copa del rey, concretamente un Barça-Madrid, y yo estaba en la tesitura de
donde lo vería pues lo echaban en el plus. Situación complicada donde las haya. La verdad es que hoy día, ya no veo fútbol.
También escribía un email en el que comentaba que me preocupaba que mis perros
pasaran mucho tiempo solos. Me sigue preocupando que Chipi pase mucho tiempo
solo, esto ha cambiado menos. También escribí a mi tía haciendo un pedido de
cosmética, esto también lo sigo haciendo. Y luego un montón de emails de
trabajo, aburridos, son trabajo… no puede ser de otra manera. Este es el
resumen muy grosso modo de lo que he encontrado indagando en mi buzón
electrónico. Y la lectura que hago de lo que hay detrás, le ha dado título al
post.
Parece enrevesado un análisis que te lleve de un extremo a
otro, de un partido de copa de rey al aprendizaje de descubrir que los planes
no siempre salen como uno quiere. No obstante, resulta fácil cuando haces el
ejercicio de intentar verlo como un espectador. Lo cierto es que un año da para
mucho o para poco. Hay años que pasan en blanco, y años que revolucionan tu
vida. Este ha sido de los últimos, y me ha obligado a aprender a hacer algo que
me molestaba tanto como un controlador de la hora tecleando mi matricula en su
maquinita del terror: IMPROVISAR. Pero me refiero a una improvisación de
verdad, no a decidir si me pongo falda o pantalón. Y después de esa fase de frustración
propia de asumir que tienes que aprender a hacer algo que nunca ha estado en tu
ADN, parece que la cosa funciona. Yo no imaginé mi vida a las 32 como es hoy, y
no es una queja en absoluto, porque no cambio ni una coma, es sólo que no era
mi Plan. Hay mucha gente que no se para a pensar cómo será su vida en un futuro
determinado, simplemente la vive. Yo soy del otro grupo de personas, de las que
van cumpliendo hitos, paso a paso, de las que trabajan para conseguir sus
objetivos, a las que no les importa esforzarse porque confían en que la
recompensa al final llega. Hoy ya no sé de qué grupo soy, estaré mutando en una
nueva especie. Lo que sí sé es que los planes están bien, que te sirven para
establecer tu hoja de ruta, y te marcan un camino. Pero también sé que hay
demasiadas cosas que no están en tus manos como para cargarte de la
responsabilidad de cumplir tus propios plazos. Improvisar, disminuye la presión,
y puede ser hasta divertido porque cuentas con el factor sorpresa.
Y ya para cerrar, ¿qué emails escribiré el 26 de febrero de
2015? No tengo ni idea, ni me lo planteo. Pero dejo una promesa, que espero
poder cumplir, también los compartiré con la bloguera, eso sí “a mi manera”.
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