Los fantasmas de mis ex novios

Elijo el título de este post inspirada por el de una comedia romántica que pasó sin mucha pena ni gloria, y en la que un fantasma canalla representado en la figura de Michael Douglas, traslada al protagonista en el tiempo para ser testigo de su comportamiento con respecto a sus relaciones sentimentales. Podría decirse que la película pretende seguir el modelo narrativo del cuento de navidad de Charles Dickens, donde pasado, presente y futuro se unen para rendir cuentas a un mujeriego  Matthew McConaughey. Un bodrio entretenidillo, en el que por supuesto al final se casan.

Los fantasmas de mis exnovios
Los fantasmas de mis exnovios
Y no es que en este momento de mi vida tenga que revisar mis cuentas pendientes con mis “exnovios”, no creo tener ninguna, de corazón lo digo, pero sí me apetecía hacer repaso por algunas de ellas para buscar un patrón común, en caso de que lo hubiera. ¿Que por qué? Pues no sé, ¿por entretenimiento?

Tenía unos 15 años cuando tuve mi primer novio. Un novio de esos que rozarte la mano ya te ponía muy tontorrón. La verdad es que al principio simplemente me gustaba, y luego encontré nuevas ventajas en la relación. Mis estrictos horarios para volver a casa resultaban incompatibles con el del resto de mis amigas, y  este chico me ofrecía la flexibilidad de adaptarse a ellos según demanda.  Siempre he sido tan pragmática… Durante un año estuve saliendo con él. Bueno, con él y con un fino, aunque largo, pelo que tenía en la punta de la nariz, y del que nunca me atreví a hablarle. Me costó mucho dejarle porque no quería hacerle daño (el pelo no tuvo nada que ver en la decisión). Cada vez que me proponía tener la conversación de “prefiero ser tu amiga”, me rajaba en seco… quizá tenía un problema con la idea de decepcionar a la gente…seguramente aún lo tenga.

Más tarde tuve un novio del gremio de la construcción demostrando mi  gran capacidad de adaptación al medio. Tenía 2-3 años más que yo y me conquistó por su simplicidad. Estaba claro que no era el típico que quería reírse de mí, ambos sabíamos de sobra que eso no era posible. Porque aun no siendo yo la persona más lista del mundo,  estaba claro que no pensábamos al mismo ritmo. Estuvimos cerca de un año, tiempo en el que se marchó a la mili y yo puede disfrutar/padecer un breve romance a distancia. Ya podía decir eso de “yo también tuve un novio que se fue a la mili”, y en aquellos tiempos resultaba muy "cool" para una adolescente tener un novio cumpliendo con sus deberes patrióticos. ¿Quién nos ha visto y quién nos ve? El caso es que en ese “in pass” en la milicia, atesoré un par de cartas ininteligibles que aún conservo, y un par de fotos disfrazado de soldado (que tuve que devolverle cuando acabó la relación, porque así las reclamó presa de su despecho).

Hubo algunos amores fugaces de verano entre el primero y el segundo. Uno de ellos no me gustaba nada hasta que tuvo un desafortunado accidente de moto en frente de mí y circulando a 10 km/hora (obviamente estaba intentando fardar con fatídico resultado).  El caso es que frenó con la cara, y se quedó hecho un auténtico cristo. Mi instinto materno-protector se despertó en ese instante, y de repente dejó de importarme su manía de chuparme la oreja hasta que me goteara.  El pobre necesitaba afecto, temporalmente había quedado desfigurado y yo no podía dejarle en la estacada. Ese verano le quise mucho, hasta que se curó y perdió el encanto.

Si sigo haciendo memoria, recuerdo que una vez salí con un pintor de brocha gorda. Yo ya tenía casi 18 años y era mi primer novio con coche. Claramente había ascendido de liga, porque hasta entonces todos mis ligues habían sido de moto. Así que pasé por alto que tuviera cara de empollón con gafas, lo cual no casaba mucho con su profesión.  De este simplemente me aburrí, tenía más ego que yo, y mira que en ese momento andaba bien servida.

Varios años después,  en mi etapa madrileña, y tras mis años universitarios eclipsada con la música de OBK, conocí a un chico peculiar. En principio yo nunca me hubiera fijado en él, pues se alejaba bastante de mi prototipo, pero eran tiempos de cambios. Era muy delgado y tirando a bajito. Se le veía falto de salud, la verdad,  así que adquirí la curiosa ocurrencia de echarme un actimel en el bolso cada vez que quedábamos. A él le hacía gracia el detalle (tenía mucho sentido del humor), y yo con él me sentía un poco Lola Herrera, necesitaba que sus defensas se alimentaran, porque yo lo veía tan débil… Al final fue él quien pasó de mí, ironías de la vida.

Andaba ya por los 24, y lo intenté con un chico increíblemente simpático y bastante resultón, pero que medía 1,98. Por cuestiones de salud, tuve que dejarle ir. Era un deporte de riesgo intentar besarnos, y a mí eso de vivir subida a los bordillos de la cera para acortar distancias me daba muchísima vergüenza.

Después llegó un Citroën saxo color granate que esperaba en la parada de metro Iglesia, y pasaron 7 años de golpe.
 
Para no seguir alargándome, y visto lo visto, parece que el patrón común es que no hay patrón. Está bastante claro que ninguno de mis “exnovios”, y sobre todo los que no menciono, tienen demasiado en común. Debe ser que me gusta que me rompan los esquemas.

 

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