8.581 Kilómetros

La distancia en línea recta a Ciudad del Cabo son 8.581 Kilómetros, sin embargo, yo tuve que recorrer más de 14.000 en avión para llegar a mi destino. Así, tras más de 17 horas de vuelo con una escala de por medio y las consecuentes horas de espera en el aeropuerto, llegué a Cape Town. Los objetivos de mi viaje eran varios, los más prácticos y la versión corta de la historia era básicamente, que buscaba tener un plan atractivo y diferente para mis vacaciones, a la par que aprovecharía para mejorar mi nivel de inglés.Otras de las intenciones que cargué en mi maleta de 25 kilos hablaban de encontrar un punto de inflexión, buscar el botón de reset en otro continente, comprar como souvenir un nuevo contador a estrenar, para después enterrar el viejo en las tierras sudafricanas. "Es un buen plan", lo tuve claro desde el principio. Luego, una vez allí, ocurrieron otras cosas, y la maleta que traje conmigo traía algunas ropas nuevas, pero venían apiladas junto a las viejas. 

En una larga conversación con un buen amigo poco antes de marcharme, hablamos de miedos, y me incitó textualmente durante mi estancia allí a lanzadlos a los leones, y aunque la idea resultaba tan tentadora como poética, luego puesta en práctica no resultó tan fácil. Días después de mi llegaba a África me invadió una fuerte sensación de fracaso al comprobar que todo apuntaba a que aquella receta mágica que había preparado con esmero para mí, no iba a surtir el efecto deseado, y que regresaría a Madrid sin cumplir todos mis objetivos. Me enfurecí mucho y rápidamente me estresé intentando diseñar un nuevo plan como alternativa. Llovió durante varios días en Ciudad del Cabo (allí era invierno), y extrañamente conseguí reducir el nivel de presión, e intenté llegar a un acuerdo manejando con cuidado todas las piezas del puzzle, incluso las que hubiera preferido volver a meter en la caja. Al parecer cada una de ellas formaba parte del todo, y no había manera de omitirlas. Y entonces me decidí y hablé con mis miedos, largo y tendido durante algunos días. Nos conocimos a fondo, charlamos sobre por qué estaban allí, sobre cuándo llegaron, y entendí mejor como eran, les puse nombre, y luego se lo cambie, para volvérselo a cambiar después y así una y otra vez. Tras largas charlas, y aburrida de sus esquivos modales, me confesaron abiertamente que no se irían, y que no habría forma de convencerlos de lo contrario, pues no tenían elección. Así que, tras mi enfado inicial, quise llegar a un acuerdo con ellos y les propuse convivir en armonía, siempre y cuando no me paralizaran. "Eso es cosa tuya", respondieron, y les di la razón. 

Cuando llegas al mundo el miedo no existe. Un niño pequeño no aprende que el fuego quema hasta que lo comprueba por sí mismo, y entonces el miedo al fuego nace en él y se activa cuando es necesario para protegerle, y ya se queda para siempre formando parte del puro instinto de supervivencia. Igual ocurre con el miedo a caer, un niño cuando empieza a andar podría lanzarse en picado al vacío sin ningún temor al dolor que le sigue, porque lo desconoce y solo hasta que lo experimente en su propia piel no lo conocerá. "El miedo entonces es instinto de supervivencia". Este planteamiento me liberó automáticamente de mi pesadumbre por regresar con mi objetivo incumplido, y me perdoné por tener miedos. Concluí que la cuestión es detectarlos, conocerlos bien, y racionalizarlos para distinguir los que son parte de este instinto de supervivencia de los que son cargas innecesarias que realmente no te aportan nada. Y una vez llegados a este punto, evitar que te paralicen y que te dominen. Cuestión de equilibrio, como tantas cosas en esta vida.

Llegué a Madrid el martes, día y medio después de dejar Sudáfrica. Y abrí la maleta con las cosas nuevas y las viejas para ordenarlo todo en mis armarios. Entré las nuevas me traje recuerdos de lugares y personas que me confirmaron una vez más lo maravilloso que es el mundo, y que para mí conforman un perfecto kit de primeros auxilios que poder utilizar a futuro. Las cosas viejas también las traje como decía antes, para ellas también hay espacio. 

Ayer conduje 422 kilómetros, la distancia que separa mi casa de mi casa. Y de camino, con la música al máximo volumen, cantaba una canción tras otra. ¡¡Algo sí que ha pasado en Sudáfrica!!

Comentarios

  1. Lo que pasa cuando no pasa nada ...y si pasaba, cuando estabas en ese punto de definir estado después de haber pasado por los tres que nuestra vieja constitución señala y que a cual de ellos mas incomodo en su similitud para con tu vida, cuando quisiste resucitar al violinista y te aconseje que escucharas los violines de esa banda sonora tan linda de una de mis pelis favoritas "Memorias de África"...y allí te fuiste...¡¡lo sabia¡¡, sabia que intentarías poner a cero el contador como esa canción que tengo de tono en mi móvil desde que la escuche recomendada por ti, pudiste resetear tu disco duro y echar a la papelera de reciclaje todo lo que te dañaba en ese momento y lo mejor es que las tienes alli y que ese sera su sitio para siempre aunque a veces tengas la necesidad de volver a recuperarlas por un minuto y lo hagas ¡¡no pasa nada¡¡ estoy segura que las volverás a mandar al mismo sitio pues ese sera el suyo para siempre ....Han sido casi 9000 kilómetros los que en quince días has recorrido pero te han servido (como te dije cuando leí este post)para volver a ver esos hoyuelos que asoman e iluminan tu cara cuando sonríes y que ya hacia tiempo que no los veía.Pasaran mas cosas en tu vida, volverás a preguntarte en que estado constitucional te encuentras,querrás escuchar violines y quien sabe a lo mejor volver a Sudáfrica algún día...pasaran muchas cosas en tu vida pero como bien dices tu: "Algo si que ha pasado en Sudáfrica" a lo que yo contesto: te ha costado pero enhorabuena ¡¡lo conseguiste¡¡...y de paso has hecho un post que mas quisiera el mejor psicólogo tener de libro de cabecera...y apunto ¿ para cuando ese libro?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Madre Primeriza - Primeras Notas de la Guardería

La auténtica historia de Don Limpio

Madre Primeriza – Primer día de Guardería