¡Los "grupones" qué gran invento!


La semana pasada tuve una experiencia que pienso que merece un post, tal es así que llevo una semana entera para encontrar el momento de compartirla, pero no quería dejarlo pasar. Digamos que fue uno de esos desengaños esperados, que lo ves venir, pero aun así, no puedes evitar caer en la trampa e intentarlo una última vez más.

Partamos de la base de que yo, como buena española, amo la oferta, la promoción, la rebaja, el descuento, los saldos, liquidaciones, 2x1 o 3x2 del Carrefour, etc., etc. Son palabras mágicas que despiertan mi interés como el de tantos otros, porque como bien sabemos comprar barato nos “pone”. Sentimos que nos da poder, que hemos sido más listos que el que compro antes sin descuento. Cultura 100% spanish, que le vamos a hacer. Pero volviendo a la génesis que inspira este post, hoy quiero hablar concretamente de lo último en “oportunidades”: los “Grupones”. ¡Qué gran invento!, pensé cuando los descubrí. Ahora, después de demasiadas decepciones, el refranero popular sentencia: “nadie da duros a pesetas”, y el martes pasado lo experimenté en mis propias carnes, cuando me vi en las manos de la peluquera peor peinada que he visto jamás:

Tenía la vocecilla infantil a pesar de tener más de 50, y el manejo que hacía de su repertorio de palabras era igualmente infantil.  Confieso con absoluta sinceridad que me despertó mucha ternura desde el principio. Tal es así, que durante toda mi visita, me impliqué absolutamente en las típicas conversaciones superfluas de peluquería de las que suelo rehuir. Estaba ensimismada descubriendo cada detalle de aquel personaje único.
Cuando llegué a la peluquería y la vi esperándome, casi no entro, pero ya me había visto, y yo no soy una mal educada, al menos no tan descarada. Estaba absolutamente sola, y desde su inocencia me confesó que no era una situación extraordinaria, sino que solo estaba ella... sola... siempre. Esto explicaba porque había tenido que esperar casi 3 semanas para que me diera cita, ya no es sólo que la oferta era a priori suculenta (10€ lavar, cortar, peinar) sino que estaba solo ella para dar a vasto a todos los Cupones vendidos.

Mi querida peluquera, que bien podría haber sido la concursante perfecta para someterse al reality americano “Style by jury” (Tu estilo a juicio), tenía el pelo rojo encendido, una media melena con un flequillo pobre, y un semirecogido con pinzas infantiles que encajaban a la perfección con su semblante. La vestimenta era igualmente histriónica: camiseta marrón de manga larga y encajes, sobre la que llevaba una camiseta de manga corta en tonos rosas y estampados centrales que bien podrían haber sido la inspiración de los típicos cuadros que algunos cuelgan en los cuartos de baño con flores, vegetación… una cosa que no me siento capaz de describir. Para completar un look perfecto, mi chica acompañaba este cóctel afrutado de rosas y pinzas de colores de un, igualmente perfecto, maquillaje con sombras de ojos en tonos fucsias y celestes.
Y ahí estaba yo mirando las manchas indescriptibles de la pintura del techo mientras Peggy Sue me lavaba la cabeza con esmero. Minutos después, sentada frente al espejo fue el momento de la verdad:

- ¿Cuánto te corto?- preguntó con dulzura.
- ¿Nada? – pensé para mí misma pues no me ofrecía  ninguna garantía de éxito su look, pero en vez de eso dije - “Las puntas”.- La vi tomárselo con mucha calma y eso me relajó un poco. Eso y su conversación surrealista:
- …y vas a trabajar en coche? ¿hace mucho que tienes el carnet?
- Más de 10 años - respondí
- Ah entonces debes conducir muy bien y los atascos ya no te pondrán nerviosa. Ya nadie te pitará y te dirá mujer tendrías que ser…a los hombres no les gusta que las mujeres conduzcamos – esta frase dio pie a mi ávida imaginación para inventar un pasado oscuro de tratos machistas, lo que incrementó mi empatía con “crazy hairdresser”. Ya me tenía en el bote, así que quería darle un grado más de confianza, es que me pierde el corazón :P
-  Había pensado en cortarme un poco de flequillo – me envalentoné.

De repente sus ojos envueltos en un marco de tonos pasteles, se clavaron en mí apoyados en el espejo y un tenue brillo de ilusión  dejó claro que quería asumir el reto. Cómplice me acercó un catálogo de cortes de pelo para que hiciera mi selección. En un microsegundo comprobé que muy probablemente y con fortuna, las modelos del book debían vivir a estas alturas en un geriátrico (confío en que vivieran todas, tenían cara de tener una salud que les permitiera ser octogenarias). Atajé rápido el conflicto, y tiré de san google para mostrarle una alternativa más contemporánea, y se puso a la faena.

Cuando terminó estaba orgullosa, y yo seguía muy recelosa, pero había que verlo en seco, y por supuesto, ahí ya terminé de darle el gusto: “Péiname como veas”, me dejé perder del todo. De la peluquería iría directa a casa, a cenar y dormir, así que no había necesidad de complicarse en explicaciones, además la señora daba muestras evidentes de amar el cardado, y temía que pedirle un alisado hubiera iniciado un intercambio de puntos de vista al respecto que prometía ser más agotador que exitoso.

Una hora después, salí de “cutre pelu” con el pelo una cuarta más corto (es que las puntas es un sistema de medición demasiado ambiguo), un flequillo tan denso que debe ocupar entorno al 40-45% del perímetro de mi cabeza (es como llevar un semicasco de pelo, si conduzco una moto sin casco y me paran, solo me ponen media multa), un trasquilón muy simpático sobre mi oreja izquierda (si lo cardo se disimula) y una decisión en firme: se acabaron los cupones, al menos los que pongan en peligro mi integridad estética. Junto con el blanqueamiento dental invisible de hace unos meses y la criolipolisis con la que debí perder entre 0 y 1 milímetros de contorno de cadera, ahora sí que puedo decir firmemente que ya no me vuelvo a dejar seducir por los “Grupones”.

 
PD: Justo antes de marcharme, la peluquera me pidió rellenar una ficha con mis datos para enviarme promociones futuras (:o). El caso es que la rellené con datos obviamente falsos, a excepción de mi nombre, y su chascarrillo final fue de posdata: “Betsaida, de beso…”creo que nadie me hacia ese comentario desde primaria, así que con esto me acabó de romper el alma con tanta ternura. Una semana después, ya en frío  y a pesar del resultado, aseguro que es imposible guardarle rencor a tan entrañable personaje. 

Comentarios

  1. ¡¡¡que buenoooo¡¡¡...mira que me lo has descrito con palabras y me he reído pero tu descripción por escrito es lo mas ... me he tronchado,asi que no te preocupes de usar otro gruponazo y hacer de ello un nuevo post es lo masssss sobre todo porque sin puntas y con flequillo o flequillon según lo mires tu siempre seras la niña mas bonita del mundo y eso no es amor de madre es puritica realidad

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