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Mostrando entradas de agosto, 2013

De porqué me gusta “él que hace la barbacoa”

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En una conversación típica de mujeres, y ahora que mi situación personal invita a ampliar el abanico de temáticas sobre las que interesarnos, hablábamos el otro día de cuál sería el prototipo de hombre ideal para cada una de las presentes. Yo no fui muy original en mi respuesta: inteligente, divertido, “buena gente”… no me esmere mucho en contestar en ese momento.  Por estas cosas de la vida, días después asistí a una barbacoa, y recordé esta conversación encontrando una nueva respuesta mucho más tangible y explícita. “¡A mí el que me gusta es él que hace la barbacoa!”. Me explico y detallo. Imaginad: Pleno mes de agosto, sobre las 14 hrs. Típica reunión de amigos a la que está invitado hasta el Tato, porque es bien sabido que una barbacoa despierta siempre el buen rollismo y la generosidad… y además, le gusta a todo el mundo. Todos los comensales beben, conversan, se ríen… Unos, sentados en torno a la mesa de plástico verde militar sobre la que se posan varios cuencos de...

Nueve de agosto

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En una cocina que a duras penas superaba los 2 metros de ancho, y sentada sobre una mesa de aglomerado de color vainilla han tenido lugar muchas de las conversaciones más importantes de mi vida.   El ritual de entrada en la estancia era prácticamente siempre el mismo. Apoyada sobre las palmas de mis manos: una en la mesa vainilla, otra en la encimera de la cocina; me balanceaba con los pies colgando, para acto seguido, y sin esfuerzo, sentarme sobre la mesa, con mis pies a varios centímetros de distancia del suelo, y mis rodillas ocupando el espacio justo para que ella pudiera circular libremente por el escueto pasillo de la escueta cocina mientras preparaba la comida o fregaba los platos. Sólo quien haya estado en esa cocina, sabe hasta qué punto no exagero. En esa mesa me sentía como una princesa en su trono dando un discurso real ante la atenta mirada de una súbdita fiel que alaba sus historietas, y aunque a ratos también me amonestara, siendo yo una princesa respetuosa...

Definiendo estado…

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Suena el despertador: 7.10 hrs. Me desperezo muy rápidamente, ya que apuro cada minuto del sueño antes de verlo interrumpido por el sonido de la alarma del móvil. De manera automática, comienzo a hacer todas esas rutinas que se han vuelto mi monotonía en las últimas semanas, y que no distan mucho de las que hacía en los últimos años (ducharse, arreglarse, sacar al perro). 40 minutos después, salgo por la puerta, y en los escasos 10 minutos a pie que me separan del trabajo, y en esa necesidad que siempre me acompaña de exprimir el tiempo al máximo haciendo la mayor cantidad de tareas posibles simultáneamente, PIENSO. Pero pensar no en plan que voy a comer hoy o tengo que ponen una lavadora esta tarde, sino pensar en plan autodiagnóstico terapéutico de tres al cuarto, y me pregunto: Hoy, ¿cómo estás?, o dicho de otra manera menos natural, ¿cuál es tu estado hoy?  Estado de alarma, estado de excepción, estado de sitio  Ante todo y para arrancar con una confesión, reconozco...